8 jul 2008

Mi primogenito con Pio

Julieta, hija de dos lesbianas y un buen hombre que voluntariamente donó su pene, decide
irse un rato a despejar tanto embrollo por una calle húmeda
tan larga que necesitaría dos o tres vidas para caminarla o bien
algún aroma a espuma verde de mar y sal para curar
todo el corazón y los dedos, porque hasta las cuerdas parecen habérsele revelado y así, sin guitarra y sin eso que tienen las personas felices en el pecho, dejó todo y partió hacia
las bocas de los que la quieren devorar con gula social
como las cosas que no se explican, como las miradas perdidas, como las sonrisas espontáneas, como un acorde dulce,
así, así con odio, con asco y sed, sentada en el umbral
con nada más que sus manos y la certeza de que el intento bien valía la pena; o no. Eso lo averiguaría
en el momento en que a la memoria se le vaya el polvo, y sienta otra vez
que las cosas vuelven y vuelven y vuelven y no es casualidad porque
el karma o vaivén de las olas o las agujas de algún reloj medio loco no la dejan
ni llorar, ni gritar, ni sufrir, porque en el fondo saben que eso le haría bien, que eso la haría volver a
donde nada se puede corromper o romper y las mascaras sean sólo para una fiesta de disfraces.

Fin

(puede ser un exquisito cadaver pero es, de hecho, nuestro primogenito, recien nacido)

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TODO EN LA VIDA, ES FUSIÓN, CAROZOS Y CORAZAS, ESA ES LA CUESTIÓN